¿Y ahora qué? La lista de pendientes de cara al segundo debate
LETRA CHICA: análisis, información y datos para entender la política.
¡Hola! Soy Karla Bauch. En una conversación de sobremesa salió a flote un bolero de los años sesenta y pico. Sintetiza la impresión que nos deja el avance de la contienda electoral, y particularmente, el primer debate presidencial 2023. “Sabor a Nada” se llama y a medida que transcurre su letra, se pregunta: “¿Qué nos sucede, vida, que últimamente ya nos miramos indiferentes?”. Habla del hastío y las pequeñeces carcomiendo los días y llevándose puesto todo lo que se encuentre en el camino. Y en ese sentido, el debate apático que presenciamos no fue más que una muestra de las distantes y herméticas posturas de cada quien y sus intentos por conectar “mirando a los ojos” a su audiencia, consolidando el voto duro, sin grandes despliegues y tratando de soldar fisuras para captar apenas la atención de uno que otro indeciso.
Si algo no podemos discutir, es que estos espacios electorales resultaron históricos en el país y eso se ve reflejado en las audiencias. El debate previo, de candidatos a vicepresidentes en el programa “A dos voces”, fue apenas un tráiler de lo que iba a venir con mediciones memorables. De hecho, el debate presidencial se vivió con mucha expectativa y así lo afirman los 42 puntos de rating que registraron medios tradicionales y si sumamos plataformas como YouTube y otras redes sociales, este número puede crecer tanto más.
Estas métricas vienen a contarnos que, por incertidumbre, curiosidad, bronca y/o convicciones, no todo es desencanto. La pregunta es: ¿logró el debate, resonar en la comunidad? ¿las propuestas traducen necesidades del metro cuadrado de la gente? ¿fueron los candidatos/as asertivos en su comunicación? En el intento de responder, casi seguro, abrimos nuevos interrogantes. Lo cierto es que podemos sacar algunas conclusiones para ponerlas sobre la mesa y tenerlas en cuenta de cara al próximo debate, el domingo 8 de octubre.
Antes, nos preguntamos: ¿Puede un debate determinar los votos? Y probablemente no mueva tanto las agujas, pero sin dudas puede ser un canal para consolidarse en términos de presencia, o bien un capítulo para el olvido. No gana el que mejor propuestas tiene. Está claro que, en ese juego de percepciones, es vital la performance, incluso más que el discurso en sí mismo. Puede valerle a cualquiera de ellos, varios días de agenda mediática y vigencia entre la gente.
Sacando los trapitos al sol
Congruencia, asertividad y efectividad. Difícil catapultar a quien pudo haber amalgamado estas tres aristas, aunque claro está, no faltaron las clases de mediatraining. Algunos no pudieron más que intentar aplicar de manera desordenada algunas recomendaciones y otros, las usaron con solvencia. En este mapa de “impresiones”, y salvando los sesgos individuales, la comunicación no verbal hizo lo propio, una vez más, consciente o inconscientemente, para bien o mal, según cada caso.
La carrera contra el reloj para decir en pocas palabras muchas cosas fue el primer condicionante que dejó expuestos a cada uno de los candidatos/as. Y en ese quehacer bajo presión, salen a la luz variables que merecen un análisis.
Si bien el reglamento del debate determinó una dinámica que entendemos pudo ser mucho mejor planteada y más entretenida, en términos generales, los análisis iniciales daban cuenta de una polarización entre Sergio Massa y Milei, desdibujando a Patricia Bullrich por momentos, posicionando a Schiaretti-revelación en las búsquedas de Google y dejando a Miryan Bregman como una de las oradoras más sólidas de la noche. En estos idas y vueltas, quedaron claras las prioridades, saliendo en primer lugar la economía, sobre la educación y la convivencia democrática.
¿Cuántos Milei(s) hay que aún no conocemos?
Con la impronta que lo caracteriza, Javier Milei reforzó su imagen personal con un outfit formal y su hairstyle tan resonante en el imaginario social argentino. La utilización de anteojos viene a ser parte de este estilo “académico” y probablemente le resulte necesario, pero a los fines prácticos no colaboró en el contacto visual con su público, sumado a las pantallas que mediaban la comunicación. Sin dudas, mantuvo el mismo estilo con el que se ha mostrado en otras intervenciones públicas.
En relación con su narrativa y su performance, me gustaría recordar el Teorema de Baglini. Éste se apoya en la idea de que la responsabilidad de las propuestas de un partido o dirigente político es directamente proporcional a sus posibilidades de acceder al poder. En este sentido, no sólo vimos propuestas que fueron quedando en los archivos, sino también un estilo y tono de comunicación que dio un giro en la estrategia a medida que creció su posicionamiento tras las PASO.
Milei empieza a resetear su comunicación a tono con su último spot, mucho más apacible. Nos encontramos con un Milei mesurado, enfático e incisivo, pero mucho más cuidadoso en su speech y en sus formas. Podríamos entender esto desde la lógica del sostener su imagen, retener a sus votantes y minimizar el margen de error.
La lapicera en su mano fue una decisión acertada, ya que objetos como estos permiten canalizar cualquier síntoma de nervios en escena. Además, le fue muy útil cuando escribía mientras sus contrincantes exponían o lo atacaban. La impresión de tener una respuesta para todo no pasó desapercibida, así como le permitió evadir la mirada con el entorno.
Con ese mismo estilo, optó por gestos de desdén, “sobrando” con sonrisas irónicas y manos descalificadoras, a sus pares. Los tonos más embravecidos, sin pausas y veloces no faltaron, pero no fueron un leitmotiv como supo hacerlo en otras apariciones. Aun así, fue el primero en agotar sus derechos a réplicas. Además, dejó entrever esas muletillas irascibles que justifican su motosierra como símbolo de campaña. Por ejemplo, al gestionar la premisa económica o poner en duda los efectos del golpe de Estado. Algo que debemos reconocer, es que en tiempos de segmentación y contenido on demand, las frases hechas y los recortes de la posproducción se valen de estas intervenciones que bien le sirvieron a él.
No resulta inocente destacar el momento final donde Milei opta por sacarse los anteojos, hablar a cámara y hacer referencia “a los mismos de siempre”, corriendo a sus contrincantes y poniéndose en el centro de la escena como broche de oro del debate.
En resumen, desde la paralingüística (tono, ritmo, volumen) y desde la kinesia (expresiones, miradas y gestos) concentró la atención, casi invitando al humor con el uso del recurso de la ironía. De cara al próximo debate, emerge un interrogante. ¿Volveremos a ver al Milei que conocimos? ¿Es el mismo Milei? ¿Qué nos queda por ver?
Sergio Massa y su desafío de superar el guión
Por su parte, Sergio Massa apeló a un estilo sobrio y formal, no muy distante a otras intervenciones públicas o entrevistas brindadas. Con un traje formal a tono con el que supo usar Daniel Scioli en el debate presidencial del año 2015, apostó a un tono de comunicación propagandístico, dirigiéndose en el mayor de los casos a la audiencia, con el voseo como punto de contacto, en un tono conciliador, pausado y hasta controlado.
Frases como “te quiero contar”, historias de vida y frases para diferenciarse (“no como ellos”) acompañadas de dedos señaladores fueron una muestra de su entrenamiento. Sin embargo, no faltaron miradas bajas, sonrisas a medias y reiteradas oportunidades para tomar agua. Un momento muy gráfico fue precisamente cuando Patricia lo ataca diciendo: “¿sos el peor Ministro, pero podes ser el mejor presidente?”.
Los nervios fueron propios del debate, pero sabemos que el candidato la sacó barata considerando el contexto de un país convulsionado por casos como el de Silvina Batakis en el Banco Nación, el de ‘Chocolate’ Rigau y el de Martín “Bandido” Insaurralde.
A su vez, no pudo escapar a los ataques sobre inflación, hiperinflación, impuestos y el estado de la macroeconomía de nuestro país. Astuto, supo mirar a cámara pedir disculpas, hablarles a los escépticos, desligarse del gobierno que el mismo representa y en ese mismo momento, bloquear para hacer uso de un puente que le permitió dejar en claro nuevos anuncios que, si bien no son hechos y tardarán en serlo, concentraron la atención de la gente. Por ejemplo: moneda digital, cárcel a evasores, programa de desarrollo exportador y reducción de impuestos. Otra decisión a lo largo de la noche fue marcar un contraste constante con Macri. ¿No podemos dar vuelta la página?
Tan así su performance que puso la credibilidad de su despliegue en jaque. Muchos esperan más que pases, verdaderas preguntas cruzadas en su relación con Milei. Ahora resta, dejar el guion, y leer la letra chica de la realidad para hacer de un debate, no un spot televisivo ni un monólogo, sino, una oportunidad genuina.
Patricia Bullrich y la puja por sostener los tres tercios
Intermitencia. Si bien el coraje y el puño mirando a cámara fueron un intento de reivindicar el cambio, Patricia Bullrich fue la protagonista de la intermitencia en un debate que no supo resolver, o no al menos con constancia. Debido a la necesidad de leer el papel, su condición de haber estado enferma, su rigidez y tono dubitativo, dio lugar a un discurso enredado, por momentos imposible de seguir el hilo y sin respuestas contundentes.
En su narrativa encontramos conceptos sobre poder y fuerza política, educación, equilibrio fiscal, el valor de las fuerzas armadas y chicanas muy bien resueltas hacia Massa y Milei como las antítesis del cambio. Asociar a Massa a la vergüenza y a Milei con el sindicalismo, por ejemplo. En este sentido, logró contrastar con el kirchnerismo, tuvo un perfil reactivo, se subió a la figura del coraje (resonando en la memoria de los argentinos como una de las mejores ministras de defensa del país) y cuestionó a Milei por su doble discurso (casta/anticasta), así como por ciertas propuestas económicas. Aun así, su inestabilidad hizo que perdiera fuerza. Rescatamos ideas sueltas que tomaron fuerzas en momentos aislados.
Vale decir que los colores de la patria en su outfit no son un dato menor.
Así las cosas, Patricia Bullrich tiene el desafío de ganar congruencia en su performance respecto a sus medidas de cambio, asertividad para comunicar estas ideas y efectividad para llegar con su mensaje al público. Superar las generalidades y la constante crítica, para contarnos una historia, instalar su mensaje y captar la atención. En otras palabras, traducir los grandes hitos de su trayectoria y las últimas victorias en las provincias, en un discurso que convoque, movilice y reafirme el concepto de orden o caos.
Juan Schiaretti: ¿de ser el más buscado al más votado?
Con un estilo formal de azules y negros en su traje y corbata, vimos a un gobernador que manejó muy bien las percepciones de la gente. Parejo, experimentado, idóneo, profesional, moderado y pausado, con las palabras justas, haciendo un buen uso de los segundos, mirando a cámara, sin vueltas, logró instalar un mensaje y rescatar su candidatura tras las elecciones PASO.
Se catapultó como la avenida ancha del medio, corriendo al binomio Massa-Bullrich y silenciando al caso Milei. Muchos estudiosos del análisis del discurso dieron cuenta que la palabra Córdoba fue una de las más usadas por el gobernador de esta provincia. Quizás en esa hipérbole, emergió un muro entre Córdoba y el resto del país. Si bien su performance no fue de las más pintorescas, debido a que apeló a un vocabulario más técnico, en términos de paralingüística y kinesia, fue con su mensaje y solidez que se ganó ser uno de los más googleados en la jornada.
Diré que no fue premeditada la ola de memes con relación a Córdoba, pero si muy bien aprovechada por el candidato en sus redes que apeló a una gran estrategia que es: reírse de uno mismo, puente y recordar mensaje estratégico. ¿Podrá Schiaretti convertir a esas audiencias en futuros votantes y al menos mejorar sus resultados el 22 de octubre?
Myriam Bregman: ¿podrá superar la crítica y volver a subir la vara?
Contundente, perspicaz, precisa, atrapante e interesante en el manejo de sus tonos, timbres y gestos. Fiel al discurso del tradicional frente de izquierda, no dudó en salir al cruce de todos sus contrincantes con las preguntas que muchos nos hacíamos y pocos ahí se animaban.
Fue quien entendió el juego desde el primer momento. No sólo logró contener la tríada: candidata - público - contrincante cruzando miradas con sus pares y con la gente, sino que sus frases fueron replicadas hasta convertirse en trending topic y memes que a la fecha la mantienen vigente. Desde los acuerdos con el FMI, la vulneración de los derechos humanos y las críticas a las propuestas de Milei, nadie se salvó de sus preguntas y réplicas.
Considerando que el aire de este debate fue la mejor vidriera, desde la izquierda aprovecharon a mostrarse sólidos y sin fisuras. Ahora resta entender como pasar de una oratoria estelar a una intervención más propositiva que además de darle sazón al debate, instale una agenda clara en la gente y con propuestas que resuenen y sean factibles de ser materializadas.
Vamos terminando. No les conté, pero el bolero también decía “reflexionemos vida mía, o nos condenamos a sufrir”. Los invito a que sigamos en esta, cruzando ideas para no morir en el intento de querer razonar nuestro país. Reserven sus lugares, compren pochoclos y hablamos la próxima.